La neurosis del fin de semana










La ansiedad con que se espera el fin de semana contrasta a menudo con la frustración sentida al ver que el ocio no ha dado de sí lo que se esperaba. Un estudio realizado por una psicóloga alemana sobre este fenómeno sugiere un remedio: no considerar ese tiempo como algo tan radicalmente distinto del resto de la semana. Resumimos sus conclusiones, a partir de la información publicada en el Kölner Gtadt-Unzeiger (17-XI-85).

Ya lo decía el viejo Goethe: "En el mundo se puede soportar todo excepto unos cuantos días de fiesta". Días de fiesta como, por ejemplo, un fin de semana anhelado, quizá incluso prolongado por una fiesta más y que, de hecho, acaba mal. Sin llegar a casos extremos, los síntomas pueden ir desde el aburrimiento hasta la depresión, pasando por el mal humor y la melancolía. Este malestar, denominado por la psicología neurosis del fin de semana, está extendido en países de elevado nivel cultural.

El difícil descanso
La psicóloga Gundi Dornbusch acaba de publicar un estudio sobre este fenómeno, en el que mantiene la siguiente tesis: "el fin de semana amenaza con convertirse en una ocupación que, si se busca con ahínco, consume enormemente las fuerzas; pues se presenta como un programa en contraste con la semana laboral y que, por lo tanto, hay que llevar a cabo." Dejar totalmente fuera de los días de fiesta los afanes de los días corrientes, querer convertir el fin de semana en una isla feliz donde son posibles todas las experiencias que la semana laboral escatima a los hombres, supone el riesgo de acabar en un chasco.
La profesora del Instituto de Psicología de la Universidad de Colonia, intenta aclarar por qué el descanso anímico es tan difícil de conseguir el domingo. ¿En qué nos equivocamos? ¿Tal vez esperamos demasiado de los días festivos, como si nos tuvieran reservado algo completamente distinto a los días laborables?

La psicóloga preguntó a gentes de muy distintas situaciones profesionales y familiares para sacar una idea de cómo organizaban su tiempo libre. Para ello elaboró distintos tipos de fines de semana, sin adscribirlos a un tipo de persona. Entre estas posibilidades se encuentran el fin de semana espontáneo, el fin de semana rico en experiencias, el fin de semana tradicional y el fin de semana de evasión del mundo laboral. Las cuatro formas tienen en común el empeño de ser totalmente distintos al día normal y corriente. Quien presienta ya algo funesto, debe saber de entrada que todos los tipos de fin de semana pueden acabar en una resaca, si se siguen al pie de la letra.

El abandono a lo espontáneo
El fin de semana espontáneo viene marcado por la idea de romper con la rigidez de los días normales, donde todo se desarrolla según un plan y un horario. Este abandono a lo espontáneo puede tomar el siguiente cariz: uno ve en la televisión la última película, no encuentra el momento de irse a la cama, disfruta la prometedora incertidumbre de lo que traerá el día siguiente, se levanta muy tarde y alarga interminablemente el desayuno. Con el prurito de no aceptar planes impuestos, rechaza cualquier sugerencia de hacer una excursión, sigue matando el tiempo (aún quedan muchas posibilidades), y así, poco a poco, la euforia de la noche anterior empieza a convertirse en desaliento.
Quien deseaba disfrutar de un tiempo libre y espontáneo acaba así en un callejón sin salida. Como todo tiene que acontecer casualmente, ni toma iniciativas ni se quiere comprometer con las que le sugieren. Por lo tanto, lo único que le queda es una vuelta a lo hogareño -hojear un libro, ordenar fotos, dormir la siesta, cambiar las flores de tiesto...-. La anhelada variedad de posibilidades del fin de semana desemboca así en ocupaciones cotidianas. Cuando se da cuenta de que ha perdido el tiempo, la desilusión se transforma en enojo. De nuevo la realidad ha quedado muy por detrás de lo imaginado. Las consecuencias son una soledad y un vacío que inquietan y consumen las fuerzas. De este modo, quien el viernes por la noche era un apasionado defensor del principio del placer, el lunes se siente molido y no está para nada.

En busca de acción
El desencanto acecha también ante un programa movido para el fin de semana, con la mayor parte de las citas ya fijadas el jueves. Especialmente las personas que pasan un día de diario aburrido y sin hechos notables, se encaprichan con un fin de semana rico en experiencias. Buscan una vida intensa, acción, reuniones, invitaciones, fiestas, atracciones... Se aspira a un constante estar en marcha, a algo completamente distinto, extraordinario.
Según la psicóloga, lo extraordinario es buscado siempre "por la misma gente y en los mismos lugares que parecen como de mucho ambiente", por ejemplo, en fiestas o en el casco viejo de la ciudad (tópico de una diversión segura). Con lo cual es muy probable que estos planes exprimidos al máximo den mucho menos de lo que cabría esperar.

La armonía de lo tradicional
¿Son más felices los partidarios del fin de semana tradicional? Estos son los que en los días de descanso buscan la armonía y la felicidad dentro de un marco estricto de ritos y reglas: poner el mantel del domingo, sacar del armario la vajilla de calidad, oír música clásica, visitar a la abuela... Se toman así la molestia de dar al fin de semana algo de realce en un marco bonito, haciendo con más esmero labores completamente normales.
Este tipo de fin de semana acaba el domingo a media tarde, con un aterrizaje progresivo en la vida cotidiana: se ordena la ropa, se contesta la correspondencia, los niños se preparan para la vuelta al colegio... y todo en el caso de que las cosas hayan salido bien. Pues incluso una situación aparentemente tan armónica tiene sus problemas. Si los distintos puntos del programa se van sucediendo de una manera muy ajustada, los interesados pueden sentirse atrapados. Hay que pagar el precio de respetar las reglas del juego en beneficio de la armonía. Cómo extrañarse de que, sobre todo las amas de casa, después de sentirse tan aprisionadas, sientan el deseo de cortar, de que se pongan nerviosas con motivo de las tertulias familiares que lentamente se convierten en cuchicheos.

Para olvidar todo
Este sentirse condicionado por los otros es un problema que se elude completamente en el fin de semana de evasión. Quien se abandona a él, se sumerge de la mañana a la noche en un hobby o en una ocupación que le hace olvidar todo: el pescador aficionado se aisla contra cualquier tipo de molestias; el amante del arte se pasa las horas muertas en una exposición; el pequeño jardinero se retira del mundo a su terrenito; el que tiene una casa de campo se va a su refugio directamente desde la oficina con el coche lleno hasta arriba. Todos quieren desconectar absolutamente y olvidarse.
Sin embargo, su cambio de escena está constantemente amenazado por el temor a que alguien les estropee el sueño de olvidar la realidad. "El fin de semana -opina Gundi Dornbusch- se separa de la vida cotidiana sólo por una fina película de vivencias y experiencias. El ímprobo esfuerzo por mantener alejada la otra cara, es decir, la realidad, se puede convertir precisamente por eso en lo contrario."

Difuminar las fronteras
La autora del estudio psicológico sobre la "neurosis del fin de semana" no expone una receta tipo para aprovechar con éxito el ocio. Sugiere que las frustraciones podrían suavizarse si no se pusieran unas expectativas demasiado elevadas en el fin de semana, como si fuera a ser algo totalmente distinto del día normal.

También el profesor Whilhelm Salber, en cuyo Instituto ha aparecido este trabajo de investigación, sugiere difuminar un poco la frontera entre los días normales y el fin de semana. Plantea si no sería conveniente, por un lado, "limitar las elevadas pretensiones del fin de semana", pues "es un engaño creerse que el domingo va ser todo distinto". Y, por otra parte, propone "llevar a cabo también durante los días de diario un poco de aquello que uno imagina como la auténtica vida, sin dejarlo todo para el fin de semana."

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