A mi muerte,
que nadie toque mis cosas,
que se queden como están para cuando vuelva,
como yo las he dejado:
El vino fuera de la nevera,
la cejilla en el último traste,
el teléfono sonando,
el calentador encendido,
el niño en el colegio,
las cartas sin abrir,
el despertador a las siete,
las cuentas a cero,
las persianas hasta arriba.
Si me matan sin dolor
quiero el número del asesino,
que alguien me grabe el entierro;
cómprame tabaco y el diario,
no me esperes despierta,
déjame atún por si vuelvo en los huesos,
y este verso no lo guardes,
que le quiero cambiar el final.
Ah,
y baja la basura.
Juan Carlos Aragón Becerra (Cádiz 1967)
Licenciado en filosofía