Del campo al paisaje







No, ya sé que nadie llama a esto ceguera, porque acierto sin vacilar a coger el vaso de encima de la mesa, porque ni voy tropezando con los muebles ni me doy contra las paredes; pero adondequiera que vuelva la mirada no veo más que esa horrible ficción escenográfica que los videntes alabáis todavía como “paisajes”. Me emborracho, salgo afuera y pido que me ensillen el caballo; salto sobre el arzón, pico espuelas y corro y corro y corro por esos pastizales, por esos encinares, sin reparar en riscos, como loco, a riesgo de matarme. Y así, desde después de comer hasta la noche; y lloro y llamo, y al ritmo del galope del caballo voy repitiendo con ansias de jadeo: “¡el campo, el campo, el campo, el campo…!” Cierro los ojos, vuelvo a abrirlos con la esperanza de que al fin las lágrimas me hayan lavado la mirada, y sólo veo paisaje

Rafael Sánchez Ferlosio - Vendrán más años malos y nos harán más ciegos

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