Lugares de placer



"La suprema grandeza del hombre (...) no estriba en función alguna, 
sino en ser enteramente persona". María Zambrano


Hace algunos meses, recorté de una revista de papel cuché unos párrafos escritos por una periodista en los que esta describía el centro de placer del futuro. Recientemente había pasado un tiempo en Honolulu, donde los rigores de la guerra no parecían haber sido muy importantes. Sin embargo, "un piloto de transporte... me dijo que, con toda la inventiva desplegada en esta guerra, era una lástima que nadie hubiera descubierto como lograr que un hombre cansado y hambriento de vida se relajara, descansara, jugara al póquer, bebiera e hiciera el amor, todo a la vez y durante todo el día, y saliese satisfecho, como nuevo y listo para volver al trabajo".

(...)

La idea de placer que tiene el hombre civilizado moderno se ha conseguido ya parcialmente en los más espléndidos salones de baile, cine, hoteles, restaurantes y transatlánticos de lujo (...) Si lo analizamos, sus características principales son estas:



a) Uno nunca está solo.




b) Uno nunca hace nada por sí mismo. 



c) Uno nunca tiene a la vista ninguna clase de vegetación silvestre u objetos naturales.












d) La luz y la temperatura están siempre reguladas de modo artificial.









e) Uno nunca está fuera del alcance de la música.










La música -y, a ser posible, debería ser la misma para todo el mundo- es el ingrediente más importante. Su función es la de impedir la reflexión y las conversaciones y suprimir cualquier sonido natural, como el canto de los pájaros o el sonido del viento, que de otro modo se inmiscuirían. Infinidad de gente usa ya de forma consciente la radio para este propósito. ... Conozco a gente que deja la radio sonando durante toda la comida y que, al mismo tiempo, sigue hablando justo lo bastante alto como para que las voces y la música se anulen mutuamente. Esto se hace con un claro propósito. La música impide que la conversación se torne seria o incluso coherente, mientras que el parloteo de las voces imposibilita que uno escuche la música con atención y evita así la aparición de esa cosa tan temida: el pensamiento. Y es que:

Las luces no deben apagarse nunca,
La música siempre debe sonar,
...
No sea que veamos dónde estamos,
Perdidos en un bosque encantado,
Niños asustados de la noche,
Que nunca han sido buenos ni felices.

The lights must never go out. W.H. Auden



Es difícil no tener la sensación de que el objetivo inconsciente de la mayoría de los complejos de placer típicos de hoy en día es un retorno al útero, ya que allí la temperatura también estaba siempre regulada, y uno nunca estaba solo, ni veía la luz del sol, ni tenía que preocuparse por trabajar, o por comer, y sus pensamientos, si había alguno, quedaban ahogados por el latido rítmico y continuo.

(...) el hombre no ha hecho intento alguno de explorarse a sí mismo. Gran parte de lo que pasa por ocio no es más que un esfuerzo para destruir la conciencia. Si uno empezara por preguntarse "¿qué es el hombre?", "¿cuáles son sus necesidades?", "¿cual es la mejor manera que posee de expresarse?", descubriría que tener simplemente el poder de evitar el trabajo y de vivir toda la vida desde que uno nace hasta que muere, bajo luces eléctricas y al son de la música enlatada no es una razón para ello. El hombre necesita calidez, socialización, ocio, comodidad y seguridad, y también necesita soledad, un trabajo creativo y la capacidad de maravillarse. Si reconociese esto, podría usar los frutos de la ciencia y del industrialismo de un modo ecléctico, aplicando siempre el mismo criterio: "¿esto me hace sentir más humano o menos humano?". Entonces descubriría que la felicidad máxima no consiste en relajarse, descansar, jugar al póquer, beber y hacer el amor todo a la vez. Y ese horror instintivo que toda persona sensata siente ante la progresiva mecanización de la vida sería considerado no un mero arcaísmo sentimental, sino algo plenamente justificado. Porque el hombre solamente sigue siendo humano si preserva amplias parcelas de sencillez en su vida, mientras que las tendencias de muchas invenciones modernas- en particular el cine, la radio y el avión- es la de debilitar su conciencia, embotar su curiosidad y, en general, hacerlo más parecido a un animal.

Tribune, 11 de enero de 1946 - George Orwell




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