Instantes





Los zapatos de piel blanca que compré
Tienen hoy muy mala cara
Pues no para de llover

Gotea el agua del techo
Se escucha el cielo tronar
Como si fuera de nuevo a juntar
La tierra y el mar

Pies en el barro
Nada que perder
Voy a andar paso a paso sin correr

Pies en el barro
Lo más sensato es
Olvidar los zapatos que compré

El río llegó a mi puerta
Sin pedir permiso entró
Cargó con todas mis cosas y luego
Las abandonó








Pies en el barro
Nada que perder
Voy a andar paso a paso sin correr

Pies en el barro
Lo más sensato es
Olvidar los zapatos que compré

Casas, jardines, deseos
Sueños de los hombres son
Cartas escritas en tinta que el agua
De lluvia borró

Pies en el barro
Nada que perder
Voy a andar paso a paso sin correr

Pies en el barro
Lo más sensato es
Olvidar los zapatos que compré

Pies en el barro - Juan Perro



Abre la puerta











Yo quise subir al cielo para ver 
y bajar hasta el infierno para comprender 
qué motivo es 
que nos impide ver 
dentro de tí 
dentro de tí 
dentro de mí. 

Abre la puerta niña 
que el día va a comenzar 
se marchan todos los sueños 
que pena da despertar. 
Por la mañana amanece 
la vida y una ilusión 
deseos que se retuercen 
muy dentro del corazón. 

Soñaba que te quería 
soñaba que era verdad 
que los luceros tenían 
misterio para soñar. 

Hay una fuente niña 
que la llaman del amor 
donde bailan los luceros 
y la luna con el sol. 

Abre la puerta niña 
y dale paso al amor
mira que destello tiene 
esa nube con el sol. 

Por la mañana amanece 
la vida y una ilusión 
deseos que se retuerce 
muy dentro del corazón. 

Hay una fuente niña 
que la llaman del amor 
donde bailan los luceros 
y la luna con el sol.

Triana

¡No se declare a Hacienda! Hay otros amores








No se Le declare usted; niéguese a hacerLe su Declaración; o postérguela indefinidamente: para morir, siempre hay tiempo.¿Por qué va a tener usted que declararse? ¿Será por eso que Ellos le pregonan de que "Hacienda somos todos?" Pues entienda V. lo que quieren decir con eso; que quieren decir dos cosas, o la misma del derechas y, del revés.
Por un lado, quieren que Hacienda, esto es, el Estado, sea lo mismo que todos los ciudadanos sometidos al Estado: ésa es su ilusión, su aspiración eterna, sólo que más descarada en el Ideal Democrático Desarrollado: que el Dominio se confunda!. con los dominados, que la Mayoría, sumisa y bien contada, sea, todos, y que el pueblo que moría bajo el Estado sea lo mismo que el Estado.
(Claro que, si es V. una Empresa, un Consorcio Bancario, una Agencia de Promoción, un Ente Televisivo, cualquier cosa, de ésas que no son siquiera cosas, entonces, pase V. la hoja, vaya a buscar las de Finanzas, Opas y Fusiones, que es donde: tiene V. su sitio, ya que Capital, Privado y Hacienda del Estado son lo mismo, y este contra anuncio no reza para usted. Pero, si es V. un tipo corriente, que va con, sus ajetreos y hasta trapicheos sacando algo de acá y de allá y, tratando de que le saquen algo menos, en fin, que cuenta V. el dinero por cifras de no más de 7 ceros, entonces sí, entonces siga, V. leyendo: para V. vale que no,, que el Estado no es todos ni la, Hacienda lo mismo que los sebos de sus víctimas).
Por otro lado, lo que le quieren decir con eso es, del revés, que todos somos Hacienda, o sea que todos somos dinero y cada uno es todo él dinero, y que con lo que cada uno somos, según lo que tenemos a nuestro nombre, contribuimos entre todos, por suma, a hacer el Gran Dinero de la Hacienda del Estado, que a su vez, por división, se distribuye en el dinerillo de la cuenta de cada uno, y así a cada uno le da su ser.
Viejo contribuyente
O sea que, aunque V. pretenda todavía pasearse por la calle de Alcalá (por los pasillos que le dejen en la acera las latas de los autos) con una flor en el ojal y haciendo como que no ve los trescientos Bancos que le hacen gui¡íos al pasar, pues no: puro disimulo: la verdad es que donde está V. es en la cuenta de su Banco, y es V. ni más ni menos que el saldo que su cuenta arroje y, si no hay algún barullo informático, le proclame el Ordenador.
Así es como se pretende que, a fin de que Hacienda seamos todos, todos seamos Hacienda. Y por cierto que ese ideal (las almas, todas dinero; cada alma, su dinero) casi están apunto de rea-, lizarlo: cuando oye V. mencionar la Persona o la Personalidad o el Hombre, ¿no se palpa V. el bolsillo interior derecho, a ver si lleva el talonario?
Pero, por si todavía el ideal no está cumplido, diga V. que no: no se declare usted a Hacienda.
Motivos para no declararse, puede V. alegar muchos: podría ponerse en plan de viejo contribuyente, hacer como si se creyera que su dinerillo de V. es el que hace, por suma, el dinero del Estado, y entonces echar las cuentas de en qué se gasta el Estado su dinero: lo que se va en más autovías y más aparcaderos y más policía motorizada y más burocracia gasolinera, en fin, en mantener el imperio del Automóvil contra la evidencia de su inutilidad y seguirle a V. arrasando las ciudades y los campos; lo que se dedica a pagar las fiestas de las votaciones periódicas, estatales, autonómicas, municipales y la rastra; lo que se invierte en Cultura, es decir, en las grandes celebraciones culturales, centenarios, festivales, traslados de tesoros artísticos, subvención a todo Arte y Literatura con la condición de que a la gente no le sirvapara nada; lo que se gasta en la promoción de la imagen de España en Europa y en el Universo; y el enorme gasto de personal, locales, renovación de ficheros y ordenadores, para la organización de todos los gastos antes citados y más que no citamos para no quedarnos sin resuello.
Pero esa manera de echar cuentas con el Estado es todavía una ilusión: implicaría que creía V. en el sentido de Sus cuentas: que se creía V. que, en pleno Desarrollo, regían aún criterios de utilidad y de interés económico al viejo estilo, que de verdad su dinero contribuía al dinero del Estado y que el Estado en pago le repartía a V. esos dispendios de Sus arcas. Gastar por gastar
Lo cual no es así: pues en el Desarrollo, el dinero del Estado, lo mismo que el del Capital, con quien ha venido a fusionarse, ese dinero de las cifras de los 12 o 13 ceros, no se rige por las leyes de la oferta y la demanda, ni se gasta para cosa alguna: se gasta para gastarse, porque gastándose se mueve, y ésa es su vida, y da igual que pierda o gane, igual éxito que fracaso; da igual con qué pretesto se mueva (procurando, eso sí, que no vaya, por descuido, a servir para algo útil); y desde luego, con sus intereses de V., con sus manos y su boca, nada tiene que ver el juego de la Hacienda Pública ni el de la Banca, que son el mismo.
Por eso aquí le recomendamos que no se deje V. enredar en ese juego del Ideal y la Locura de los Entes Superiores, y le sugerimos que, en consecuencia, no se declare V. a Hacienda.
Lo que importa es, en la medida que se pueda, no entrar en cuentas con los Entes Superiores: si entra en cuentas con Ellos, si se declara usted, se verá inmediatamente convertido en un Auxiliar Contable de la nada; esa Declaración de Amor le llenará la vida, esto es, le ratificará el vacío (¿no sabe V. que ya el dinero es tiempo?), se habrá V. convertido en uno de Ellos, y si le quedaba todavía algo que palpitaba, que besaba y que mordía, todo quedará, por virtud de esa Declaración de Amor, que es una declaración de Fe, sometido a Dios, todo usted convertido en Alma, en Persona, en Dinero puro.
Que usted se convierta en dinero al Estado y a la Banca les conviene, lo necesitan: dinero, la Posa de las cosas, que no es cosa ninguna, es lo que Ellos pueden manejar. Que a V. le convenga venderse es muy dudoso: hace V. su Declaración, se hace V. dinero, y ¿qué le dan a cambio?: pues dinero, o sea Usted más veces: ya ve qué negocio.
En suma, que depende: si quiere V. ser dinero, venga, haga su Declaración, cumplimente todas las casillas, calcule sus rentas personales y sus desgravaciones (tiene V. que aprender la jerga correspondiente, como buen contable), y preséntela en los debidos plazos, que el Señor, sonriéndole complacido, le dirá "Sí".
Ahora, si a lo mejor descubre V. que hay cosas, que se palpan y se huelen, que no es usted todo dinero todavía, que hay tal vez cosas que hacer que no son hacer las cuentas de la Hacienda, entonces, no se declare usted, hombre: no mate los amores con su Declaración de Amor.
¿Agustín García-Calvo? - Series de Noes

La independencia de Cataluña







CATALUÑA marcha hacia el separatismo. ¿Llegará? La cuestión no es que los catalanistas sean bastante razonables, sino que sean bastante fuertes. La razón, cuando está sola, es una pordiosera que aguarda con la mano extendida. Ya se ha dicho que acertar demasiado pronto es equivocarse. El mundo se ríe de los argumentos. Ante la indignación de los "españoles" que no comprenden por qué se obstina en reclamar nuevos privilegios una provincia escandalosamente favorecida ya por el arancel, cabe replicar: "Los catalanes eran fuertes, puesto que obtuvieron esas ventajas; ahora, gracias a ellas, son doblemente fuertes, y exigirán ventajas dobles". Es la ley elemental de la vida. Ni la vida ni la muerte se hartan jamás, y hasta se devoran las dos entre sí. Por el momento hay una fusión catalanista de hombres de todas las tendencias: el "solidarismo". 

En un mitin solidario se vio al ateo Salmerón abrazarse con un sacerdote. Cómo los solidarios han conquistado a Maura y al rey, es un misterio. Qué negocios habrá debajo de semejante alianza, se ignora. Según la definición clásica, la política es "lo que no puede decirse". Si pasa en las cámaras el proyecto del gobierno sobre administración local, o de las célebres "mancomunidades", el separatismo ganará una buena baza y el Estado tenderá a destruirse por altos secretos de Estado. Las mancomunidades anularán el sufragio, y constituirán un maravilloso instrumento de opresión católica. Quizá sea esto lo que ha sucedido a la dinastía. Cuando un monarca se hace devoto, la nación es la que lleva el cilicio.

El ideal, o si se quiere el capricho de los catalanes, no está reñido con la disolución moderna del concepto de patria.
Hemos quitado a la patria lo religioso; lo legendario con el análisis histórico; la estamos quitando con la uniformidad de las leyes lo político, y con la uniformidad de las costumbres lo pintoresco; la tierra ata cada vez menos, a medida que los productos circulan y se trasmite la energía; la fraternidad del dolor borra las fronteras entre los proletarios; las artes de la codicia, volviendo internacionales a los trusts, hacen más y más difícil la guerra, que es un mal negocio; la flor de la patria, que debe regarse con sangre, se marchita y desfallece. 

"La patria es donde a uno lo tratan bien", ha dicho Aristófanes, y después Séneca; y más tarde, si no lo dijeron, lo pensaron y lo piensan muchos. Pero en otro tiempo, por poco bien que le trataran a uno, peor era intentar trasladarse. Hoy nos movemos fácilmente, y cambiamos de patria. El árbol, sostenido y nutrido y sujeto por sus raíces, es un organismo patriótico. El ave, si posee alas anchas y robustas, tiene opiniones cosmopolitas. El calor de la civilización nos torna ágiles y sueltos; nos clarifica. La sociedad no es tan viscosa; el plasma humano es capaz de dividirse en pequeñas gotas. Por eso no es paradójico que debilitándose el concepto de patria, matiz que irá relegándose a la sensibilidad estética, aumente el número de patrias. Nacionalidades recientes han brotado en Centro América, en Escandinavia, en los Balcanes, y sin esfuerzo, porque el asunto va perdiendo su importancia. 

Y así bajaremos de fracción en fracción hasta el individuo, que en realidad es la única nación perfecta. Los catalanes acompañan las causas profundas de su destino con "epifenómenos" insignificantes. Argumentan ellos también, como si el vencedor necesitara argumentar. Se ha impreso un "compendio de la doctrina catalanista" que es de leer. El autor, enemigo de los "españoles", fue condecorado con la gran Cruz de Isabel la Católica. En el compendio se exige el separatismo porque el idioma catalán es conciso, mientras que el castellano es ampuloso; porque los catalanes tienen un pasado limpio, mientras que los "españoles" lo tienen sucio; porque lo catalán es siempre de mejor marca, de género más resistente; por ejemplo, los santos. No hay nada tan recomendable como San Paciano, San Pedro de Claver, santos catalanes. "¿Cuál es la patria de los catalanes?" El compendio responde con sencillez: "Cataluña", y esa evidencia etimológica impresiona a cualquiera. En el parlamento se declamaron algunas vulgaridades. Moret dijo que en la historia de España había muchos heroísmos. Un diputado solidario contestó: "y muchas cobardías", con lo cual se produjo un tumulto espantoso, de que se dio en seguida cuenta por telégrafo al orbe civilizado. La patria es heroica, definitivamente, y es locura discutirlo; el diputado solidario estaba convencido de ello, pero se refería a otra patria. .. No pelean de distinto modo los pilludos de Madrid. "¡Tu madre!", "¡la tuya!"...


Rafael Barret (1876-1910)  Moralidades actuales

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